domingo, 11 de diciembre de 2016

La misma noche

Un largo pasillo de hospital, con 3 puertas blancas de cada lado se viven tragedias y bendiciones dependiendo el caso y la suerte. Hacía un par de días que las cuatro primeras habitaciones quedaron vacías... Las personas que solían ocuparlas ya no lo hacían.

Pero preparadas estaban para recibir inquilinos, por suerte eso no ocurrirá aún.
Las últimas 2 habitaciones una del lado derecho y otra al frente de esta pronto acabarán vacías también. Pero ahora, la luz se filtraba por la puerta cerrada iluminando con delicadeza.
Tras esas puertas dos mujeres lloraban por motivos tan diferentes que causaba escalofríos que ocurrieran en él mismo lugar y a la misma hora.

En la habitación número 1 Una niña trataba de limpiar las lágrimas de una mujer con lo que parecía un trozo de papel sanitario, lo hacía con delicadeza para no exaltarla más de la cuenta. La niña también estaba queriendo llorar tanto como su madre aunque no quería hacerlo tan notable se negaba a llorar y menos frente a ella.
Habían recibido la peor de las noticias, su esposo había muerto en el quirófano. Ya no se podía hacer nada más que llevarlo a enterrar.

En la habitación número 2 otra mujer un poco mas joven, limpiaba por si sola las lágrimas que corrían, pues en su caso no había nadie más con ella, sus manos sudaban en espera de buenas noticias. El doctor vestido de blanco llegó mirando tristemente, ella se levantó y escuchó la noticia de que gracias a un donador todo estaba bien.

Su llanto era de alegría y no de tristeza como en la habitación número 1.
Sonreía, no podía ocultar tanta felicidad. Ambas mujeres se vieron en el pasillo, pero no notaron la presencia de la otra.

Ambas mujeres tenían sus propias historias, pero no podían imaginar que tan conectadas estaban después de esa noche, el hombre de la habitación número 1 dejó por escrito que todo aquello que pudiese hacer vivir a alguien más fuese usado.

La mujer de la habitación número 2 se quedó en ese hospital aunque un piso más abajo hasta que su padre se recuperó por completo.
Mientras que la mujer de la habitación número 1 se fue a casa pensando en lo que haría ahora sin su esposo.


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Original de: Diana Cecilia Vargas Gonzalez 
Historia registrada.(Ceci VG)


Cualquier copia de este escrito quedará penalizado.

domingo, 2 de octubre de 2016

Paisaje sin protagonistas

A mis 30 años estoy de regreso a mi hogar, donde te conocí, donde me enamoré de él.
Cuando el autobús se detiene, pero no puedo poner un pie en tierra. Tengo miedo; un miedo irracional de regresar a mi yo de antes, de verle ahora ya que…
Incluso ahora, dieciocho años después, recuerdo aquel prado en sus pequeños detalles.
Recuerdo el verde profundo y brillante del césped medio cortado donde solíamos descansar después de haber caminado por horas; desde que me fui no he podido olvidar las pequeñas flores que brotaban cada año, el cielo de un tono gris tenue cuando esta apunto de llover. Las nubes largas y estrechas que bajan haciendo un poco de neblina.

Las hojas secas de los árboles que caían conforme el viento les ordenaba; en la lejanía se oía el cantar de una pequeña ave. Era un canto tan tenue que parecía venir desde muy lejos. No se escuchaba nada más. Ningún otro ruido llegaba a nuestros oídos mientras caminábamos tomados de la mano.
Ted me hablaba de un nuevo sueño, su idea de viajar a lugares lejanos y conocer nuevas culturas. Viajar donde nadie había viajado y comer lo que nadie había comido.


La memoria es algo extraña. Mientras estuve allí en aquel entonces, apenas presté atención al paisaje. No me pareció que tuviera nada de particular y jamás hubiera sospechado que, dieciocho años después, me acordaría de ese prado hasta en sus pequeños detalles. A decir verdad, en aquella época a mí me importaba muy poco el paisaje. Pensaba en mí, pensaba en el hombre que tomaba mi mano esa mañana gris, pensaba en él y en mí, y luego volvía a pensar en mí. Ya que lo quiera o no estaba en una edad en que, mirara lo que mirase, pensara lo que pensase, al final, todo volvía al mismo punto de partida: YO.
No, no estaba en disposición de admirar el paisaje que me rodeaba al lado de la persona que amaba. Pues estaba en uno de los momentos que marcan tu vida, el hecho de que la persona que amas te amé con la misma intensidad y devoción te hace olvidar todo alrededor.

Sin embargo, ahora la primera imagen que se presenta en mi memoria cuando pienso en mi hogar es la de aquel prado.
Pero este paisaje está desierto. No hay nadie. No está Ted, ni estoy yo. «¿Adónde hemos ido?», pienso. «¿Cómo ha podido ocurrir esto de un día para otro? Todo lo que parecía tener más valor —Ted, mi yo de entonces, nuestro pequeño mundo, nuestro amor— ¿cómo se pudo ir así?» Conservo un prado sin protagonistas.
Aunque... lo cierto es que ya no recuerdo el rostro de Ted.
Puedo tomarme el tiempo suficiente para pensarlo y revivir su imagen. Sus ojos color café oscuro; Sus manos grandes y rasposas por el trabajo día a día, los labios carnosos, suaves, el lunar que tenía debajo de estos; el elegante abrigo largo que usaba siempre en otoño; también su costumbre de mirar fijamente a los ojos cuando hacía una afirmación, siempre tan seguro de sí mismo. Al poner estas imágenes por separado, su rostro se representa en mi mente lentamente. Primero se dibuja su perfil; tal vez porque Ted y yo solíamos caminar uno al lado del otro tomados de la mano. Después él se vuelve hacia mí, trata de ser el gracioso y yo le doy un golpe para callarlo.

Me lleva tiempo resucitar todo. Y conforme pasen los años, más tiempo me llevará. Es triste, pensar que pronto su rostro desaparezca de mi memoria para siempre. Al principio era capaz de recordarlo en cinco segundos sin olvidar ningún detalle, luego éstos se convirtieron en veinte, en treinta segundos, en dos minutos y ahora tengo que rebuscar en mi memoria momentos en los que ambos estemos presentes para así poder asociarlo todo, aunque muchas de esas escenas aparecen en aquel prado, aparecen en mi mente una y otra vez como si fuese una película de mala producción.
Antes pensar en mi hogar era pensar en Ted. Pase gran parte de mi vida esperando a que llegara conmigo, diciendo algo como “-lo siento, se me hizo tarde-” o “-perdí el tren-” pero no fue así. Lo espere el tiempo suficiente para madurar y darme cuenta de que no volvería a verlo. 

Ahora...

¿De qué me estaba hablando él?
Ha si... De su idea de una vida viajando conociendo diferentes lugares y culturas, curioso es el hecho de que nunca pudo hacerlo, jamás pudo cumplir su sueño como quiso.
Nunca salió de su hogar por miedo a perderse en la multitud, miedo de no poder ser tan bueno como lo era aquí, no quiso seguirme cuando tomé el tren hacia la ciudad y prefirió quedarse en el pequeño pueblo donde ambos crecimos. Su miedo pudo más que su amor hacia mí y el amor hacia sus sueños.

Pensar en Ted antes también producía un eco en mi estómago, un eco que también se borró con el tiempo; así como se ha ido borrando todo lo demás. Tengo el presentimiento de que veré a Ted en las semanas que esté aquí, pero no estoy segura de poder reconocerlo. Evite tanto este momento, buscando excusas, trabajos extras en vacaciones o buscando amigos extraños con los cuales pasar un rato.

En el taxi bajó la ventanilla, el aire frío entra por la ventana, miro al conductor esperando a que reclame algo pero no hace protesta, está tan metido en sus pensamientos como yo. El camino ha cambiado en pequeñas cosas, algunas casas abandonadas y algunas tiendas monstruosas que surten a grandes cantidades.

–¿es la primera vez que viene? – me pregunta el conductor del taxi en cuanto damos una vuelta en U

–no, antes vivía aquí–le contestó–. Aunque no muchas cosas han cambiado

–los pequeños pueblos siempre serán pequeños pueblos–comenta el conductor

–eso es lo que me encanta, vivir en la ciudad es un constante cambio.

Cuando el taxi se detiene le pagó al conductor y me quedo de pie unos segundos mientras se retira. La casa de mis padres parece la misma de siempre, aunque con más plantas y más verde opaco. Doy unos pasos cargó la maleta pues con las ruedas entre las piedras nunca podrá pasar.

–¡estas aquí! – mi hermano Josh corre a darme la bienvenida, me aprieta contra él y me agita como si fuese un peluche.

–suéltame loco– le digo pataleando

Detrás de él salen mis padres quienes también parecen felices de verme. Me hablan sobre la cosecha de la semana, el clima, como mi hermano casi se gana la lotería, como mi papá se cayó del techo hace unos meses.

Y así como así recuerdo la verdadera razón por la que vine… mi familia.

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Original de: Diana Cecilia Vargas Gonzalez 
Historia registrada.(Ceci VG)

Cualquier copia de este escrito quedará penalizado.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Oxígeno



“No culpes a mi alma que quiere ser libre"
"¿mi alma libre?"
"¿libre?"

Pudimos haber sido libres juntos, nuestras almas entrelazadas y toda esa basura genérica que dicen los enamorados empedernidos.
Pero no.
Una de las excusas más trilladas al despedirse de la persona que amas "me estoy asfixiando"
¿eso era todo lo que necesitabas Oxígeno? Cariño te habría dado respiración de boca a boca con tal de que no saltaras del maldito edificio.
Dime ¿quién hace eso? ¿cómo un día despiertas con ganas de saltar desde la ventana de nuestra habitación?
Un día despiertas y dices: "-será buena idea si salto desde un tercer piso. Que divertido- ".

Maldito idiota ¿aire? ¿libertad? Si tanto querías morir pudiste ahogarte o tomar 100 pastillas de dudosa procedencia en el baño, pero no... Tenías que correr y lanzarse desde la ventana de mi habitación.
Te culpo a ti sobre cómo me siento en este lamentable momento, es tu culpa que no pueda dejar de llorar.
Dejaste tu olor en la habitación, antes de morir pues usaste la loción que te regale. Ya te imaginó antes de saltar con la botella de loción llenando tu cuello como último detalle del día antes de salir a trabajar y te imagino mirando la ventana pensando en lo miserable que era tu vida a mi lado, pensando en lo difícil que era ser tú. Tomando impulso y saltando.

¿porque en mi departamento? ¿por qué no simplemente tomaste las llaves y cruzaste la calle sin ver? Mi departamento era lo que me gustaba llamar un espacio personal, pero ahora lo único que veré es a ti deseando morir ¿quién comprará el departamento de un suicida?
Por qué quiera o no, eso es lo que eres.
Sonrió. La ironía de haber llegado aquella tarde con una buena noticia, la noticia de que había ascendido a jefa de proyectos, el sueldo que tendría sería maravilloso; suficiente para ti, para mí, para él bebe que planeábamos traer.
Sé que estas mirando desde el cielo o el infierno con tus ojos color verde oliva tan vacíos y repletos de miseria.
Si no eras feliz debiste decirlo habíamos encontrado ayuda, pero no... Tenías que quitarte la vida y también tenías que arruinar la mía de paso.
Yo sabía de tu enfermedad, me lo dijiste la primera noche juntos, sabía que sufrías por dentro pero jamás pensé que llegaríamos a esto, jamás pensé que tu vida conmigo fuese tan desdichada para llegar al hecho de brincar por la ventana. ¿estar a mi lado era peor que morir?

“te amo, pero no puedo más con este dolor en mi corazón”

No puedo creer que hayas escrito la palabra amor en una nota de suicidio, no puedo creer que aun con ese sentimiento por mi fueses capaz de lanzarte. ¿en qué pensabas? ¿en tu padre? ¿en mí? ¿Qué razón hubo para que hicieras eso sin pensar en las repercusiones que tendría?

Miro hacia arriba. <<lloverá pronto>> pensé para mis adentros.

¿palabras que aportar?

se libre mi amor.

Agache la cabeza conteniendo las lágrimas en silencio mientras él sacerdote continuaba el servicio fúnebre, no entendía lo que decía pues mis oídos se cerraban lentamente y mi visión de borraba con las lágrimas.

¿quiere decir algo más señorita?— me pregunta al verme con la cabeza mirando al cielo

no, gracias dije tomando con fuerza la tela de mi vestido negro

Tomé una rosa blanca del ramo que había comprado anticipadamente y sentí una espina en mi dedo índice. Sangre por un segundo, pero se detuvo rápido, extrañamente no sentí dolor alguno.
Me acerque al hoyo donde estaba su cuerpo y con un puño de tierra deje caer ambas cosas.
Pensar que estaba dentro de ese ataúd, frío, sin vida y posiblemente algo deformado por caer de tres pisos. Que horrible.
Me aleje unos pasos atrás para que los hombres con palas terminaran el trabajo, tierra y más tierra.
El sacerdote me dio una última mirada de pena.
Eramos tu y yo contra el mundo, contra la vida, contra tu enfermedad, pero ahora solo estoy yo deseando morir para quedarme a tu lado.
Los hombres terminaron su trabajo y se retiraron casi en fila.
Cuando levanté la mirada estábamos solos él y yo.

Entonces entendí por qué hizo esto, solo mi amor no era suficiente para cubrir una vida de sufrimiento y tristeza, para sanar heridas que se habían acumulado con los años. La muerte de su padre, el suicidio de su madre, poniéndome en sus zapatos puedo comprender por qué terminó con su vida, pero… por más que lo pienso aun siento que acabó con la mía. Él era mi mundo, él era mi todo, deje todo por estar con él a pesar de lo que la gente hablaba a mis espaldas.
Mi madre me dijo: "te arrepentirás que irte con ese tipo"
Y yo siempre le decía lo contrario aunque si hay algo de lo que puedo arrepentirme, de no poder hacer más por ti mi amor.



jamás pude hacerte sentir completo a pesar de mis esfuerzos dije como consuelo para mí misma. A aparentemente nunca fui suficiente para ti.

Cerré los ojos para que dos lágrimas cayeran de mis ojos hasta la tierra fría, un suspiro hizo que una pequeña nube blanca se apareciera y desapareciera de inmediato.

pues ahora sí cariño... Ahora sí.




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Original de: Diana Cecilia Vargas Gonzalez 
Historia registrada.(Ceci VG)
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